Hoy nos hemos levantado con la “calima” del desierto, ese polvo en suspensión que llega a la isla desde el continente africano y que también forma parte del paisaje. Nos preparamos para emprender el camino hacia Las Cumbres.
Las Cumbres de la isla de Gran Canaria constituyen un amplio espacio geográfico que encierra unas singulares panorámicas. En la Cumbre Central se halla el punto más alto de la Isla, el Pico de las Nieves (1.949 metros); en la Cumbre Norte, la Montaña de los Moriscos alcanza una altitud de 1.771 m. En la Caldera de Tejeda, una profunda erosión formada durante millones de años, sobresalen los monolitos de Bentayga y Roque Nublo, que con sus 60 metros de altura se ha convertido en el símbolo geológico de Gran Canaria.
Desde el punto de vista de la protección medioambiental y paisajístico este ámbito geográfico ofrece las catalogaciones de Parque Protegido de las Cumbres.
Emprendemos camino en guagua hacia la Cruz de Tejeda, “una de las dos grandes calderas la volcánicas de la isla”, en palabras de don Miguel de Unamuno. Hoy, tenemos la suerte de poder disfrutar de la compañía del catedrático José A. Luján, autor del cuaderno de la Ruta literaria de Unamuno en Gran Canaria. Sus palabras contribuirán, a lo largo del día, a ampliar nuestros conocimientos sobre Unamuno y la Isla.
Una caminata de tres horas, por camino de arrieros, pasando por senderos que se abren paso entre pinos y sotobosque, nos permite disfrutar de una agradable mañana y de unas excelentes vistas.
Resulta conmovedora la imagen de todo el valle de Tejeda desde lo alto de un peñasco conocido como la Degollada de las Palomas. A lo lejos, por encima de las crestas en un día claro y despejado se puede divisar la isla de Tenerife, dominándola “el Gigante Atalaya de España”, el pico del Teide. Un espectáculo que se convierte, como le ocurrió a Unamuno, en “recreo para los ojos y sugestión del corazón.
Desde allí avanzamos por el camino real hasta llegar a Artenara, ”un pueblo de cuevas colgadas de los derrumbaderos sobre el abismo. Allí está la ermita de la Virgen de la Cuevita, iglesiuca tallada en la roca misma”. Hemos aprovechado la ocasión para visitar una de las cuevas que antaño sirvieron de guarida a los guanches.
En estas cuevas se halla paz y tranquilidad. En un paraje como este, se encuentra uno consigo mismo. No es de extrañar, pues, que Unamuno quedara cautivado por este paisaje que nos lleva a encontrar la esencia intrínseca de lo humano.
Al dejar atrás la villa de Artenara, sentimos la misma nostalgia que Antonio de la Nuez: “¿En qué lugar del mundo se han hecho hermanos el hombre y el precipicio, la gruta y el espacio? En Gran Canaria. En Artenara”.
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